sábado, 28 de junio de 2008

Entrevista a Rodolfo Zibell

“Ojo con lo del travesti. Se dice la travesti, porque ellos piensan y se comportan como una mujer”, explica el periodista, poeta, escritor y profesor Rodolfo Zibell a unos 15 jóvenes estudiantes de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires.
- Para mí es el travesti -retruca una alumna-. Porque es el hombre el que se traviste.
Con dedicación, Zibell da la consigna del día en el Taller de Comunicación Periodística y vuelve a su escritorio. Nacido en 1936 en Concordia (Entre Ríos), fue canillita, pintor y oficinista, entre otras cosas. Sin embargo, él asegura: “Trabajé de periodista toda mi vida”. Pasó por Canal 7, por radios del interior y de Buenos Aires, escribió en la revista Gente, en La Semana, Siete Días, El Planeta Urbano, Calles de Buenos Aires y en una revista de sexo cuyo nombre no recuerda. También trabajó en prensa para el Partido Radical. “Ahora soy un burócrata de la UBA, hago gacetillas en la Secretaría de Medios de la universidad. Y me dedico a la docencia. Estoy jubilado pero sigo trabajando ad honorem”, señala.
A los 23 años Zibell comenzó a incursionar en periodismo, en el diario salteño El Tribuno: “Vivía en Capital Federal y me había quedado sin trabajo. Ya era poeta, me gustaba mucho el folklore y la poesía salteña, y Salta era un poco la tierra prometida para mí. Aparecí ahí porque conocía gente que andaba en periodismo y me habían prometido un trabajo”, cuenta. Finalmente ese trabajo no se concretó, pero Zibell consiguió un puesto de redactor en El Tribuno y luego entró en Radio Güemes como redactor de informativos. En Salta conoció al periodista Sergio Villarruel, que lo llevó a trabajar a Córdoba. En esa provincia se recibió de licenciado en Literatura Moderna.
¿Cómo aprendió el oficio?
Tenía facilidad para escribir, eso era evidente. Pero al principio no fue fácil. Muchas veces entregaba cosas y directamente las tiraban a la basura. Mucho después aprendí a escribir con sujeto, verbo y predicado, y que hay que ir al grano directamente. Fue en Córdoba, con Villarruel.
Aunque asegura que “el periodismo es un oficio que no se puede enseñar pero sí aprender”, él lo enseña igual: “En la facultad soy como un abuelo -confiesa-. En general, promociono a los alumnos. Lo que me interesa es que aprendan. Pero antes que buenos periodistas, prefiero que sean buenas personas. El problema de los jóvenes es que no leen, no están informados. Es la generación ‘me chupa un huevo’. Manejan cuatro palabras. Yo les digo siempre que lean a Truman Capote, a Gabriel García Márquez, a Rodolfo Walsh”.
Alguien podría decir que se parece al abuelito de Heidi, por su pelo y su barba blanca. Pero no. Rápidamente confesará sus andanzas de la juventud: “Yo era muy bohemio, de la noche, de ir a tomar unas copas. No tenía pareja en ese momento. En Córdoba conocí a la madre de mi hijo Matías (también periodista). Pero tuve tres hijos, todos de distintas madres”. De su experiencia durante la última dictadura, Zibell cuenta: “En noviembre del 76 me exilié en Brasil. Fueron nueve meses. Como extrañaba mucho a mis hijos me escapé y alguien me sugirió que vaya a trabajar a Gente. Y yo pensé, no, está loco. Es una garantía, me dijeron. Ahí nadie te va a tocar. Y efectivamente, empecé a trabajar ahí”.
¿Cuáles son sus grandes logros profesionales?
Una cobertura para Gente, en Mar del Plata, en plena temporada de verano del 84. En Playa Grande estaba Alfredo Astiz. La foto que le sacamos sirvió para reconocerlo en todo el mundo. Y artículos periodísticos, uno sobre el caso Dupont, para Gente también, y una exclusiva a Carlos Robledo Puch en Siete Días.
¿Tiene alguna historia de su profesión que hoy lo avergüence?
Sí. Cuando trabajé para “Chiche” Gelblung. Él tiraba sobre la mesa una foto de un cadáver y me pedía que escriba 80 líneas.
¿Lo hizo?
Lo hice. E hice más cosas. Cuando no tenía trabajo estuve en una revista tipo Eroticón, que no recuerdo exactamente el nombre, era sobre sexo, pero bien tratado, científicamente, donde escribía un sexólogo que se llamaba Jintín. Pero en realidad era yo el que redactaba. Esas son cosas que me avergüenzan.
Actualmente, Zibell se encuentra escribiendo su segunda novela, esta vez en primera persona, esa que el periodismo suele condenar. “He vivido mucho, pero siempre tuve mucha suerte e hice lo que quise”, afirma con los ojos brillantes.

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